Gente que no inspira

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Cuando escribo sobre personajes de ficción me inspiro en tipos reales, pero no en cualquiera de ellos, porque hasta para dibujar con palabras a un malvado necesito que tenga categoría de perverso, tics de ruin, pensamiento de tramposo y conducta de rufián.

Los inanes aunque se vistan de profetas me inspiran desconfianza y a veces desprecio, porque son unos profesionales de cartón, anclados en su propia simpleza, incapaces de llevar a término nada bueno ni demasiado perverso.

Tampoco me gustan los héroes. Me parecen excesivos e irreales, y por eso no existen en mis libros. No me siento cómodo con la perfección formal de los predicadores de esperanzas o anunciadores de catástrofes, porque la torpeza y la inseguridad es a veces lo que nos humaniza y hace creíbles.

Por eso me enamora la gente normal, que está por encima de los que se creen que lo son y navegan mucho más alto que los que se declaran excelsos, porque son, o somos, un grupo que piensa, siente, habla y actúa sin necesidad de consultar de qué lado sopla el viento o qué es lo que ha declarado el gurú de guardia de la televisión amiga.

Lo he dicho muchas veces pero no me incomoda reiterarlo: cada día aprendo más de una charla de café con gente rara que está fuera del circuito de las apariencias y que cuando habla derrama sensateces a puñados. Gente que posee el arte de la sabiduría aprendida no solo en los libros sino también a golpe de situaciones buenas y malas que han sabido superar.

Nunca fui aficionado a dar consejos a la gente joven porque no serían dignos de su edad si anduvieran por la vida con el bastón que le presta quien ya se equivocó demasiadas veces, pero tampoco se los daría a quienes creen que lo saben todo, porque es bueno para este país que los analfabetos que nos gobiernan sigan equivocándose.

La teoría de Newton de acción/reacción, también puede aplicarse a la política.

Pero como lo que escribo va de otra división prefiero ignorar a los sin sustancia porque jamás serán capaces de inspirar nada bueno, divertido, apasionante y muchos menos, decente.

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